
El 8 de marzo, en distintos lugares de México se realiza la fiesta patronal en honor a San Juan de Dios, cada población tiene su particular forma de mostrar su devoción al santo e indistintamente, la misa y los cuetes siempre estarán presentes. Un caso muy particular y peculiar es de Tultepec, estado de México, lugar en el que parece que lo que sobra son cuetes y para esa fecha se instalan sobre monumentales estructuras con forma de toros.
Estos “toritos” -como popularmente se les conoce-, se realizan con varios meses de anticipación, en su compleja y muchos casos detallada decoración, se emplea principalmente papel, cartón, carrizo e hilo cáñamo, todo ello sobre una estructura metálica. Adicional al colorido y la propia decoración del toro, sobre él se colocan las estructuras pirotecnias propias de un tradicional torito de feria, la diferencia sustancial consiste en las dimensiones de estas piezas que deben ser movidas por varias personas durante el desfile que culmina en el jardín central, una especie de ruedo al que sólo las personas más osadas se animan a entrar.
Con cuatro metros de altura en promedio y un par más de longitud, estas colosales figuras tienen llantas en su base, para que al ser empujadas por varias personas puedan moverse con relativa facilidad. Las vueltas en las esquinas y chocar con el cableado, son el único impedimento que podría -en una eventual situación de contingencia-, salvar a la pieza de ser destruidas en la plaza central, objetivo para el cual fueron creadas. Artesanía efímera que en su conjunto explora las fronteras del arte.
Al caer la noche, varios cientos de personas se han reunido en la explanada del jardín principal, miles más esperan en las calles que desembocan a la plaza principal, en determinado momento, esta multitud corre súbitamente hacia los costados para dar paso al primer toro, que hace su arribo entre eufóricos gritos que no piden; exigen que se le prenda fuego.
Al grito de “fueeego, fueeeego, fuego”, uno de los artesanos pirotécnicos enciende la mecha que habrá de consumir la figura, los otros artesanos o acompañantes lo empujan a gran velocidad entre y contra la multitud que se encuentra en la plaza. La mayoría corre para ponerse a salvo de los explosivos, pero algunos más –en su mayoría hombres-, prefieren entregarse al éxtasis de explosiones, silbidos y luces de colores, corren hacia él toro para provocarlo, danzar y dejarse llevar por el frenesí que provocan los estallidos.
Al disiparse un poco el humo, emerge la figura del Juez de plaza, o al menos esa es la impresión que dan cientos, quizá miles de voces que dan su veredicto mediante un cantico: “E-se toooro es pu-to, e-se toooro es pu-to, e-se toooro es pu-to” para aquellas piezas que, a juicio de la multitud quedó a deber; o bien “E-se toooro es ver-ga, E-se toooro es ver-ga, E-se toooro es ver-ga” para los que su carga pírica fue generosa, profusa y de larga duración.
El indulto también tiene su equivalencia en cántico y corresponde al “uuuh-uuuh-uuuh”, que parece surgir de manera espontanea cuando el torito aún no ha terminado de consumir toda su pirotecnia y ya ha hecho correr varias veces a la multitud o “simplemente” ha desplazado por unos segundos la obscuridad nocturna con ensordecedoras explosiones que con luces de colores convierten la noche en día, sólo una metáfora del indulto para reconocer la calidad del toro, ya que en esta noche ninguno de los 264 toros será perdonado.
La caja de un tráiler habilitado como centro de atención medica primaria, 80 elementos con preparación médica especializada en quemaduras, el cuerpo de bomberos, la policía municipal, autotanques y las fachadas de los edificios cubiertas por una malla metálica, son parte de las previsiones que se toman para esta festividad que este año dejó 549 lesionados, aunque cabe aclarar que ninguno de ellos fue en contra de su voluntad y es que, como dicen los pobladores: “El que se mete ahí, ya sabe a lo que va”.
La otra cara de esta celebración es el desplazamiento que ha tenido la devoción al santo católico respecto al dios Baco, cientos de improvisadas mesas y puestos son colocados a lo largo de la ruta del desfile, en ellos se venden micheladas, pulque y bebidas alcohólicas preparadas. Los patios familiares se transforman este día en jardines cheleros y cualquier lugar de la vía pública es propicio para el consumo de bebidas alcohólicas e incluso estupefacientes. A medida que transcurre la tarde y avanza la noche, el alcohol reclama de manera gradual su protagonismo entre espectadores y participantes.
La Feria Nacional de la Pirotecnia de Tultepec, celebró sus primeras tres décadas este año, además de La quema de los toritos, se llevaron a cabo del 3 al 12 de marzo concursos de castillos, de piromusicales, de juguetería pirotécnica y de piezas y efectos pirotécnicos; además se realizaron ofrendas pirotécnicas y actividades artísticas, culturales y religiosas.
El dato: Se dice que “Sólo el que se ha quemado, sabe lo que es fuego” y para cuestiones prácticas y periodísticas, con el cobijo del dios Baco (o sin él), se puede decir que “Sólo el que ha estado en los Toritos de Tultepec, sabrá lo que es la pirotecnia mexiquense”.